En el presente post, me propongo dialogar con
los lectores acerca de temas candentes y particulares: el tema de la
reproducción, la liberación de los procesos reproductivos convencionales y la
posibilidad permanente de la reproducción sin sexo y sin conjugación de
géneros. La bióloga Aarathi Prasad en un
programa de Redes del año 2012, hace una aproximación a las probabilidades de
una nueva visión de este fenómeno que nos acompaña y al cual vamos ligados
desde nuestro ingreso a este mundo, promocionando su libro Like a Virgen.
Una de las grandes búsquedas durante mucho
tiempo, ha estado ligada al control sobre la reproducción, en muchos casos
buscando soluciones a problemas de orden degenerativo, genético y estructural
de mujeres y hombres, quienes queriendo procrear no lo han logrado debido a su
configuración orgánica, procurando seguridades con relación a las condiciones
físicas e incluso emocionales de sus descendientes.
Como plantea Aarathi Prasad, el proceso de
reproducción es algo diverso y nada constante, como muchos de nosotros
pensamos, la forma como la naturaleza ha configurado nuestra reproducción ha
pasado a lo largo de 3.000 milones de años de la clonación de las células
procariotas a un proceso mucho más complejo que se da en las células
eucariotas, lo cual ha exigido desde hace unos 850 millones de años la fusión
intercelular.
Esta evolución permitió la estructuración de una
forma de comprendernos como hombres y mujeres desde el rol de participación en
la reproducción, pero nuestro momento histórico, se enfrenta quizá a una nueva
fase de la evolución, la auto-evolución, en la que gracias al nivel de
inteligencia alcanzado y al control sobre la naturaleza que ello nos provee,
podemos retomar la reproducción sin compartir genéticamente o haciéndolo bajo
procesos controlados.
Como Aarathi Prasad lo indica, cualquiera de
las posibilidades trae ventajas y desventajas, por cuanto la riqueza genética
de unos no es la de otros, sin negar, que aún en formas de vida existentes la
reproducción a partir de la propia carga genética es exitosa.
La visión va mucho más allá, esto supondría
respuestas que no chocan con lo que hoy concebimos como bienestar y dignidad
humana y abriría puertas para una nueva visión del concepto de familia,
procreación y paternidad o maternidad, pero también, generaría una gran
discusión con relación a temas trascendentales dentro de las percepciones que
validamos actualmente, relacionadas con el afecto durante la vida intrauterina,
el aseguramiento de la calidad de nutrientes para el feto, y la percepción de
la mujer ya no como madre por embarazo, sino como madre por crianza, como un
hecho de la cotidianidad y no de la infertilidad.
Los capítulos 150 y 151 del programa Redes, del
presentador Eduard Punset, muestran posibles respuestas y ponen como evidencia,
avances en este campo de investigación.
Pensar, por ejemplo, que como humanos cambiemos
nuestra observación acerca de que el afecto es afecto en cuanto a lazos de
sangre, o que podemos amar a alguien que no hemos tenido del todo cercano, me
refiero al vientre materno, son cambios paradigmáticos a los que nos podremos
enfrentar, así como hemos enfrentado otros a lo largo de la existencia. La prolongación de la vida en el momento
actual es algo evidente, la nueva concepción de la mujer como un ser sujeto a
derechos de igualdad y participación también.
De todo esto, surge un interrogante adicional
para aquellos que hablan sobre el carácter antinatural de este tipo de
investigaciones, ¿no es antinatural por exigencia social indicar a los
adolescentes que no se reproduzcan, cuando ellos están en edad y disposición
biológicas? Esta es una práctica frecuente que busca frenar la biología en aras
de la validación social y la economía, pero frente a ella no ponemos un límite moral, muchos en su defensa dirían, que sí lo podríamos considerar parte de la
evolución humana.
Hemos igualmente creado una visión romántica
para la procreación, la gestación y el nacimiento, pero en verdad, este es un
proceso azaroso que involucra niveles de riesgo bastante evidentes, fruto de
que la naturaleza ha generado procesos de adaptación orgánica; ¿No deberíamos
comprender la naturaleza como algo dinámico, en vez de, comprenderla como algo
creado y sagrado que no es cambiante?
El que nuestra inteligencia cambie el mundo, no
debería ser visto como artificial. La necesidad cultural de confirmar como
creyentes el poder creador de un dios específico, muchas veces limita la
observación de éste dinamismo de la naturaleza, y rebaja el valor de la
producción de la inteligencia indicando que esta es artificiosa y no connatural.
El cambio social y la prolongación de la vida modifican
nuestra existencia y redimensionan nuestra interacción y responsabilidad
social. Muy seguramente, más allá del
acuerdo o el desacuerdo, la noción de familia se seguirá reconfigurando a
diario: las líneas diferenciadoras de género tenderán a replantearse, la
procreación exigirá un análisis de cualificación genética y la división de
roles se hará mucho más flexible.